He escrito este poema en protesta por el ataque norteamericano a LIBIA.
No he podido quedarme en silencio ante tanto despotismo.
Siempre el omnipotente queriendo apoderarse de lo ajeno sin importarle nada
sólo obtener el objeto que han rastreado para su propio enriquecimiento
Tú
imperialista ignominioso
te has condenado al más atroz de los destinos.
Tienes tus manos llenas de sangre
de inocentes ojazos
sorprendidos
antes de ver la lluvia de la muerte
destrozar sus latidos.
Se desgaja tu frente
se calcina tu alma
en esta guerra impropia
gestada en tu avaricia con diploma.
Y tus manos huesudas
como la misma parca
recorren todo el mundo
en busca de tesoros que no te corresponden.
Llora el niño y su madre
abrazados
sin nombre
porque tú no lo sabes ni te importa saberlo
que son ellos humanos
inocentes de todo.
Qué te importa el camino
que recorran tus tropas
tus misiles cargados son emblema de apegos
por el oro divino negro oro que hurtas
porque portas la antorcha
de artimañas hipócritas.
Pero el tiempo se acaba desdichado falsario
todo vuelve a su origen
todo tiene retorno
y serán mil millones de fantasmas grisáceos
que te horaden los ojos
con cuchillas sagradas.
Tú te sientes soberbio soberano implacable
y te frotas las manos por tu triunfo inhumano
Se desgarra mi pecho
del dolor que me invade
porque sigues entrando en la casa del otro
sin que nadie te corte
tus impulsos ególatras
Y me llueven los ojos con millares de lágrimas
cuando siento en mi alma
el sufrir que tu causas con tus viles metrallas.
Hay un niño en mi puerta
que me mira sin ojos
porque ya se ha perdido
hasta el último asombro.