A veces la vida te arrincona en la tormenta,
te recubre de adioses y perdidas fantasías,
te envuelve entre la hiedra de los muros
dejándote atrapado en los minutos.
A veces te recuerda la mañana lúcida,
te busca una ventana luz para tu noche,
te desprende los tristes descolgados puentes
y acude a tu sentencia la ansiedad.
No respeta tu expresión de esmero,
no te limpia las esperas angustiosas
y te recoge en los escombros rígidos,
para llevarte a la cantera de los muertos.
Es sabio, en el instante que te hunde,
rescatar el lucero que una vez te encendió
y admirar la verdad desde otro sueño,
ese que busca el lugar de lo completo.
No anunciarle a los intrépidos jinetes
qué búsqueda inicias en tu vuelo,
es perderse en el espacio sin medida
dormido para siempre entre la bruma.
Es posible salir de los momentos grises
llevando en tu diestra una trompeta,
gritando el paso de los huracanes
inaugurando la furia de años nuevos.
te recubre de adioses y perdidas fantasías,
te envuelve entre la hiedra de los muros
dejándote atrapado en los minutos.
A veces te recuerda la mañana lúcida,
te busca una ventana luz para tu noche,
te desprende los tristes descolgados puentes
y acude a tu sentencia la ansiedad.
No respeta tu expresión de esmero,
no te limpia las esperas angustiosas
y te recoge en los escombros rígidos,
para llevarte a la cantera de los muertos.
Es sabio, en el instante que te hunde,
rescatar el lucero que una vez te encendió
y admirar la verdad desde otro sueño,
ese que busca el lugar de lo completo.
No anunciarle a los intrépidos jinetes
qué búsqueda inicias en tu vuelo,
es perderse en el espacio sin medida
dormido para siempre entre la bruma.
Es posible salir de los momentos grises
llevando en tu diestra una trompeta,
gritando el paso de los huracanes
inaugurando la furia de años nuevos.
Copyright © Beatriz Ojeda
Derechos reservados.