a Federico García
Lorca
Tengo mi templo de
piedad.
A los que fueron mis
verdugos
los reconozco con disfraz.
Una mañana de mi vida
me fusilaron sin
dudar.
Me denigraron me golpearon
me desnudaron sin
pudor
burlándose de mi sustancia
me torturaron sin
piedad.
.
Dejaron libres a la
bestia
la que derrama oscuridad
y no supieron que mi alma
jamás podrían dominar.
Estuve siempre
protegido
por la oración de la verdad.
y son mis versos un
reflejo
de la energía de mi
andar.
Desde los muros de la
madre
tierra vertiente de bondad
acude pronto a mi
llamada
una maestra que ha de
hablar
por los que pueden seguir siendo
desde las nubes un
juglar.