Una mano atravesó mi pecho,
cruzó la tierra,
fundió el dolor,
partió mi canto lírico
en cuatro versos negros.
Jugó mi niña
una rayuela de cristal
Ganó su suerte:
“el cielo”
y apostando una moneda
abrió sus manos
para encontrar de nuevo
un diamante de ilusión.
Bajó una estrella
a mis ojos apagados.
Brilló otro día
y la sorpresa de la luz
se acostumbró al milagro.
cruzó la tierra,
fundió el dolor,
partió mi canto lírico
en cuatro versos negros.
Jugó mi niña
una rayuela de cristal
Ganó su suerte:
“el cielo”
y apostando una moneda
abrió sus manos
para encontrar de nuevo
un diamante de ilusión.
Bajó una estrella
a mis ojos apagados.
Brilló otro día
y la sorpresa de la luz
se acostumbró al milagro.
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